El placer de caminar




Etapa 1: Pamplona – Puente la Reina
Distancia: 24 kilómetros
Avituallamiento: Cacahuetes Grupo IFA

Por alguna razón incomprensible, cuatro años después de los hechos recogidos en UN ASUNTO EXTERIOR me despierto en Pamplona, en casa de mi madre, como si no hubiesen pasado más de cuatro minutos. Cosas de la edad tardía, supongo, y de su peculiar manera de percibir el tiempo. Son las ocho de la mañana y en la radio Pepa Bueno desgrana todos los detalles de algo llamado “la crisis del Partido Socialista” que al parecer es asunto de gran importancia, sobre todo para el propio Partido Socialista. En el apartado meteorológico, se anuncian grandes lluvias en todo el país, algunas de cuyas comunidades se encuentran en alerta roja por tormentas con aparato eléctrico, riadas, corrimientos de tierra y otras catástrofes que me dan mucho miedo y me invitan a quedarme en casa hasta el día de mi muerte. Pero por si acaso, saco la mano por la ventana, y al volver a introducirla en la tibia hospitalidad del salón compruebo que está completamente seca, lo que me llena de entusiasmo, amor por mis vecinos y confianza en mí mismo. Así que tomo una decisión.

- Mamá, como veo que no llueve, casi me voy andando a Santiago.
- ¿A Santiago? ¿De Chile?
- No. De Compostela.
- Ah… de Compostela. Bah… si no hay océano… Nada, ve, ve. Lo único... coge algo de abrigo, que por León creo que refresca.

Así que me acabo el café, meto tres mudas, una navaja suiza, un paquete de cacahuetes pelados y algo de abrigo en en mi vieja mochila, me calzo las botas, cojo la puerta y me voy.

Km. 0
Salgo del portal y confirmo no sólo que no llueve, sino que grandes claros se están empezando a abrir ya en el cielo de Pamplona y por ende en el de mi porvenir peregrino. Con gran solemnidad doy el primer paso y al hacerlo pienso de inmediato en Julio Cortázar y aquello de “la tarea de ablandar el ladrillo todos los días”, y también de inmediato reparo en que este ladrillo en particular tiene unos 700 kilómetros de espesor y que voy a tratar de ablandarlo por el procedimiento de acariciarlo suavemente con una pluma de ganso. Este paso es la primera de muchas caricias. Que comience la erosión, pues.

Metro 250
Al bajar la cuesta de la Plaza de los Fueros noto una leve punzada en el talón de aquiles de mi pie izquierdo. Me doy media vuelta. Andar hasta Santiago (de Compostela). Qué idea tan idiota. Que ablande el ladrillo su puta madre…

Metro 200
Pensándolo bien, hay al menos una persona que no volvería a mirarme a la cara (ni a ninguna otra parte de mi cuerpo, si vamos a eso) si me rindiese ahora… Tampoco molesta tanto, lo del talón… Y toda esta gente… toda esta gente que me mira… que mira cómo mi mochila, mi cortavientos, toda mi inversión en Decathlon se mueven de pronto en contradirección… Venga, vamos. ¡Vamos!

Km. 5
Poco a poco Pamplona va quedando atrás (y me sorprende lo sencillo que es dejar cosas atrás simplemente caminando), con su tráfico de primera hora y sus ciudadanos corriendo a ocupar su puesto en la tuerca, tornillo o rodamiento que les corresponda dentro del engranaje que hace funcionar la ciudad, el país o el planeta. La carretera se empina ligeramente, llego a Cizur Menor y casi sin querer también lo dejo atrás. Por fin voy a abandonar el asfalto y a caminar campo a través, voy a entrar en ese espacio de silencio en el que mis pensamientos se acompasarán al sonido de mis botas contra la tierra y la piedra y se verán así iluminados por asociaciones inéditas… pero justo en ese momento un vecino vestido con un mono de cuero negro sale del portal de su casa, se pone un casco integral negro con visera negra, se encabalga en su Yamaha negra, la arranca y sale disparado, negro y estrepitoso. Es así como me asalta el recuerdo de la serie El halcón callejero, y recordándola me interno en campo abierto. Y en el silencio de las cañadas me digo a mí mismo que “El halcón callejero sin duda se produjo y emitió a raíz del éxito de El coche fantástico, de la que puede considerarse una versión sobre dos ruedas”, lo que me lleva a pensar en David Hasselhoff, lo que desafortunadamente me lleva a pensar también en David Hasselhoff cantando “Coming to America”, canción que ya no desaloja mis neuronas hasta llegar a Muruzábal e impide cualquier clase de iluminación, epifanía o asociación inédita.

Km. 11
Indignación al llegar a Zariguiegui: al parecer hay otras personas caminando hacia Santiago (de Compostela). Son de diversas tallas y procedencias, a juzgar por lo que veo y oigo mientras trato de amortiguar el desdén que se me desborda por entre las pestañas. Me molesta mucho verles pisar este camino que hasta ahora era sólo mío, subir en fila a El Perdón con sus cubremmochilas impermeables de color naranja, romperme la soledad. Me molesta. Mucho. En verano esto debe de parecer la autopista a Benidorm. Fuera. Fuera de aquí. ¡Fuera, he dicho!

Km. 19
Muruzábal. "Coming to America" cesa por fin.
Esquivo (por poco, por muy poco) la ermita de Eunate.

Km. 24
Unas cinco horas después de salir de Pamplona, llego a Puente la Reina, tras atravesar Obanos sin que nadie me tire piedras ni me impida el acceso al pueblo. Ha pasado ya mucho tiempo de aquello de todas maneras… pero, en fin, esa es otra historia. No tengo ampollas, no me duele nada, aunque noto que la pierna izquierda está algo cargada. Me alojo en el Albergue de los Padres Reparadores, que a pesar de lo que su nombre indica y de la clásica blandura y la forma de silbar las eses del padre reparador que me atiende, recuerda (wifi gratis en todas partes, zona común, cocina, nevera donde alguien ya ha dejado un buen surtido de cervezas, máquina de café, máquina de Coca-Cola y Aquarius, máquina de chocolatinas, media de edad de 25 años...) a cualquier guesthouse tailandesa. El padre reparador no habla mucho. Se limita a coger mis cinco euros y a indicarme dónde debo dormir, empleando las palabras justas. Ni una sola más. Me corresponde el Dormitorio 3, en el que se amontonan diez literas, por ahora vacantes a excepción de la mía. Rezo (este parece ser un lugar adecuado para hacerlo) para que siga así. Pero por lo visto no hay nadie al otro lado de mis plegarias.

9 comentarios:

  1. Oh, yeah! On the road. Gran primera etapa. Deseando más. Buen camino

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  2. Ja, ja... Tu motivación en el metro 250 es abrumadora... menos mal que te pudo la vergüenza y la inversión en Decatlón, ja, ja.. Sigue contándonos tu peregrinaje, que nos encanta.. Beso grande!

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  3. Muy divertido tu relato Raúl, yo tb quiero más. Te vigilaré cómodamente desde la vieja Iruña. Buen camino

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  5. Que bueno Raul, de vuelta a las andadas!
    Ya estamos enganchadas otra vez!

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