Una tarde en Estella



- ¿Has dejado las botas fuega? Bien, ahoga siéntate y come un poco de fguta. ¿Cansado? ¿Ampollas? ¿No? Todo bien entonces…
- Bueno, la pierna izquierda… La parte de atrás del muslo está algo cargada.

Francis va a decir algo, pero justo en ese momento se abre una puerta y aparece otro individuo, también de unos 65 años y también con gafas y barba, algo más blanca que la de Francis, una especie de Donald Sutherland adormilado y lento.

- Ah, hello. ¿Spanish? ¿French? ¿Italian?
- Spanish. Just got here.
- Good, good. Have some melon…

A Francis se le abren los ojos tras las gafas al escucharnos.

- Ah, ¿tú entiendes lo que dice este tío? Se llama Laugin, es de Califognia. Y es… vegetagiano. Ag. Llegó ayeg paga ayudag aquí como voluntagio, como yo, pego no habla fgancés ni español… y yo no hablo inglés...

Los dos pertenecen a la Federación de Hospitaleros Voluntarios, personas de todo el mundo que ya han hecho el Camino y ofrecen sus servicios de forma gratuita (normalmente por no más de dos semanas) en albergues como este, después de hacer un “cursillo”.

- Dile que tiene que sacudig las mantas. Cgeía que me había entendido, pero no…
- Francis says you have to shake the blankets…
- Uh? The blankets?
- That’s what he said…
- Mantas, mantas. Sacudig las mantas. Ahoga.
- Uh?
- The blankets. Shake the blankets… now.
- Ah no, not now. Later. I have to do some cooking now…

Y ante la cara de pasmo de Francis, Laurin se da media vuelta, se mete en la cocina y empieza a prepararse unas alubias rojas.

- C’est pas vrai! ¿Te lo puedes cgeeg?

En ese momento llega un tipo en bicicleta.

- Ah, el númego dos. Igual nos llenamos hoy, igual que ayeg. Nunca se sabe…

Es Vitor, diseñador gráfico, de Sao Paulo. Nos cuenta que está haciendo el Camino en bicicleta, pero al revés, de Santiago a Roncesvalles, después de haber llegado a Galicia desde Madrid y después de haber pedaleado más de 11.000 kilómetros desde que llegó a Europa, en febrero. Su intención inicial era limitarse a Italia, de donde proceden sus ancestros, pero ya que estaba, se pasó también por Albania, todos los países balcánicos, Portugal, Marruecos y Francia.

- Yo soy de Fgancia. De Avignon.
- Ah. Eshtuve en Avignon. Muito bonito..
- Sí, sí, bonito. Pego hay gatas tan ggandes como mi bgazo, pog culpa de una deficiente gestión de las basugas...

Francis sigue desgranando las razones de la plaga de ratas en Avignon, pero en ese momento entra la “número 3”, una pequeña coreana de unos 25 años que se hace llamar Irene y que por lo visto tiene el mismo problema que yo en la parte trasera del muslo izquierdo. Francis, que parece sentir un fervor especial por las coreanas, le hace un resumen del funcionamiento del lugar y le enseña el albergue. Mientras tanto llega Rob, 30 años, australiano de Sydney, abogado criminalista que lleva ya cinco meses en Europa y al que, mientras estaba en París, alguien convenció de que caminar hacia Santiago (de Compostela) era lo mejor que podía hacer con su tiempo en el próximo mes. La improvisación sin duda ha tenido algo que ver en las sobrecogedoras ampollas y rozaduras que adornan sus pies. Francis regresa…

- La pequeña cogeana está en la ducha ahoga. Vuestgas duchas están en el otgo lado, pego igual si entgáis ahoga en la de chicas, la pequeña cogeana os deja duchagos con ella… O igual no… Quién sabe.

Rob se parte de risa con el comentario, que traduzco porque no habla español. Sigo traduciendo. Francis le dice que es francés, de Avignon.

- Ah, like the song… “sur le pont d’Avignon, on y danse on y danse”… Beautiful city. I’ve been there.
- Sí, sí… beautiful. Pego una teggible gestión de las basugas ha hecho que apagezcan unas gatas así de gogdas…

Aprovecho el momento para meterme en la ducha (en la de chicos) y cambiarme cuando vuelvo a la sala ha aparecido una segunda coreana. Francis es todo entusiasmo.

- Ah, Gaúl. A Igene también le duele el muslo degecho. Igual le puedes dag un masaje. Pego en el muslo, no subas más aggiba, eh? Jaja. Pas plus haut. No más aggiba. Jaja. ¿Tu comprends? Jaja. No más aggiba. Jaja.

Vitor, Rob y yo decidimos escapar unos momentos del extraño “humor cristiano” (facción “estesiana”) de Francis y cojear hasta el centro para tomarnos unas cervezas en una terraza. La tarde es fantástica y la conversación fluye como suelen fluir las conversaciones entre tres gentlemen (así nos califica Rob) que proceden de tres rincones totalmente distintos del planeta y a quienes les gusta la cerveza: de puta madre. Después de tres pintas y pollo asado y medio nos hemos contado nuestras vidas, hemos hablado de novias y ex novias, trabajos y ex trabajos, sueños y frustraciones y concluimos que el mundo es básicamente incomprensible y caótico y que todo está fuera de nuestro control, así que cuanto antes aceptemos esta realidad incontestable, más contentos estaremos. Y así, espoleados por esta nueva sabiduría, cojeamos de vuelta al albergue, con ganas ya de meternos en la cama.

Pero antes de irnos a dormir Francis tiene algo importante que decirnos. Incluso Laurin le escucha como si pudiese entenderle:

¿Sabéis? Alguien me dijo una vez que el Camino es el manicomio de España. Y es vegdad. Hay tipos que se han quedado atascados aquí dugante años. Que siguen atascados aquí. Van a Santiago y vuelven. Andando. Van y vuelven y van y vuelven y van y vuelven. Como un bucle. Oui, como un loop. Yo los he visto. Están tagados. Locos. Fous. Clago, vienen a sitios como éste, donde sólo pagas si quiegues, donde te dan fguta y bebida y desayuno ggatis, cama y comida… No tienen que gastag nada. Así que van y vienen, van y vienen, van y vienen… Así que os voy a dag un consejo: escgibid a vuestgas familias. Llamad a vuestgos amigos de vez en cuando. Pogque toda esta gente de la que os hablo ha cogtado todas las conexiones. Y ya no se acuegdan de quiénes egan antes de empezag a andag”.

Estoy cansado y satisfecho. No sólo he conseguido dar esquinazo a las Gemelas Gilipollas, el nieto de Johnny Winter, Joe y los demás, sino que he pasado una tarde fantástica y por primera vez tengo la sensación de que todo esto puede haber sido una muy buena idea.

Antes de meternos en la cama, Francis insiste en rociar con agua de lavanda nuestras almohadas, dejando claro que lo hace porque le hemos caído bien, “no hago esto con todo el mundo, ah non”. Y ya hemos apagado la luz cuando desde la puerta susurra…

Buenas noches. Que soñéis con las angelitas… cogeanas”.

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