Etapa
5: Logroño – Nájera
Distancia:
29,6 kilómetros
Avituallamiento:
Cocktail de frutos secos Grefusa
Canción
que se repite en mi cabeza mientras camino: Crosstown Traffic
(Intérprete: Jimi Hendrix)
Hay
zumo de naranja recién exprimido (sí, uno sabe elegir a sus
amigos…) sobre la mesa cuando me levanto de la cama, y después del
desayuno y las despedidas consigo convencer a mi hospitalero privado
de que me lleve en coche hasta el inicio del camino de hoy, en lugar
de hacerlo hasta Navarrete y ahorrarme así un cuarto de etapa, tal
como el muy tramposo insistía en sugerir (llevado, eso sí, por la
compasión). Aunque he de reconocer que he estado a punto de aceptar,
porque después de la paliza de ayer mis rodillas y tendones no
parecían demasiado dispuestos a echarse encima otra etapa de casi 30
kilómetros. Sin embargo, la sospecha de que, de haber aceptado,
llenaríanse de ampollas, llagas y pústulas las plantas de mis pies
y multplicaríase por diez el peso de mi mochila, me ha llevado a
negarme con firmeza, fingiendo ante él que se trataba de una pura y
simple cuestión de ética.
Ya
en el camino, me encuentro con Juan, gallego de unos 30 años, con el
que he compartido unos cuantos kilómetros en los últimos días. Le
digo que hoy voy hasta Nájera.
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Yo me quedo en Ventosa.
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¿Por qué? No está ni a veinte kilómetros de aquí. ¿Vas mal?
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No, es que dicen por aquí que el albergue municipal está
cerrado y no hay muchas camas disponibles en el pueblo.
Estamos
a finales de octubre (hay un desfase cada vez mayor entre el lugar en
el que me encuentro y las cosas que cuento en este blog… que
trataré de ir corrigiendo si la gente me deja en paz… cosa
complicada) y muchos albergues, especialmente aquellos en los que se
paga un donativo, han empezado a cerrar porque consideran que la
temporada se ha acabado. Sin embargo, decido seguir hasta Nájera tal como tenía previsto. Siempre hay una cama en algún lugar.
Kilómetro a kilómetro noto que mi ritmo es sorprendentemente bueno, y pronto doy caza a Irene y un grupo de coreanos, con los que me paro a tomar una cerveza en Ventosa. Durante la conversación trato de averiguar cuál es la razón de que el camino sea tan popular entre ellos. ¿Algún programa de televisión? ¿Un libro superventas sobre el tema? Me responde Irene, en un español que va mejorando cada día.
Kilómetro a kilómetro noto que mi ritmo es sorprendentemente bueno, y pronto doy caza a Irene y un grupo de coreanos, con los que me paro a tomar una cerveza en Ventosa. Durante la conversación trato de averiguar cuál es la razón de que el camino sea tan popular entre ellos. ¿Algún programa de televisión? ¿Un libro superventas sobre el tema? Me responde Irene, en un español que va mejorando cada día.
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No. En Corea mucha montañas. A coreano gusta montañas. Andar gusta
a nosotros.
Una
de sus amigas mide aproximadamente metro y medio, no pesará más de
50 kilos, pero acarrea una mochila de al menos 15, además de una
Canon con un objetivo de dos palmos de largo colgada del cuello. Está
visto que la “ley del 10 por ciento” les trae sin cuidado a los
coreanos, que llegan al camino con equipajes gigantescos… Empiezo a
sospechar que los utilizan como lastre, porque de lo contrario su
velocidad sería simplemente imposible, y nada más lejos de su
intención que humillarnos o asustarnos.
Las
dos últimas horas de jornada se me pasan en un suspiro. Al parecer
es cierto eso de que día a día las piernas se van fortaleciendo y
acostumbrando al camino. Termino la etapa con la sensación de que
podría haber caminado otros diez kilómetros.
Duermo
en el albergue municipal de Nájera, que por supuesto está abierto
y que gracias a la leyenda de que estaba cerrado voy a
compartir con tan sólo 4 personas…
Una
de ellas, Edurne, de Barakaldo, llega a última hora visiblemente
sofocada. Al parecer, un par de horas antes un imbécil ha salido de
un arbusto en un tramo especialmente solitario del camino y se le ha
plantado delante con la polla en la mano, proponiéndole cópula de
esta singular manera, a lo que Edurne ha respondido llamando a la
policía, que espero que en este momento le esté sacando a hostias
las ganas de provocar en las peregrinas solitarias el deseo de
abandonar para siempre el camino.
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