Tertulias y monjas (y una oca)


Etapa 12: Boadilla del Camino – Carrión de los Condes
Distancia: 24,6 kilómetros
Avituallamiento: Cacahuetes Día.
Canción que hoy se repite en mi cabeza mientras camino: Ninguna. Día de charlas.

En mi albergue no hay desayuno (son las siete y el bar está cerrado), así que me voy al de enfrente, donde comparto mesa, café y tostadas con Nacho y Miguel Ángel, dos amigos santanderinos de unos sesenta años que aprovechan un puñado de días libres que tienen para repasar algunas etapas del camino. Salimos y caminamos juntos durante unos seis kilómetros, hasta que las primeras gotas de lluvia de este Asunto Peregrino nos obligan a parar en Frómista a tomar un café y ponernos el poncho y los pantalones de lluvia. Durante el trayecto, Nacho nos cuenta todo lo que sabe (que no es poco) sobre el Canal de Castilla, junto al cual transcurren los primeros kilómetros de la etapa de hoy. Su conocimiento de esta zona, de su arquitectura y su historia, es profundo, y durante hora y media disfruto de una auténtica conferencia sobre los lugares que vamos atravesando.

La lluvia arrecia y Miguel Ángel no tiene poncho, así que los dos amigos se van a buscar uno por el pueblo mientras yo reanudo el camino, esta vez junto a Anna, treinta y tantos, una italiana diminuta, compacta, aerodinámica y rapidísima con la que he coincidido ya en algunas paradas aquí y allá. Nos cuesta unos diez kilómetros (aproximadamente dos horas) contarnos nuestras vidas al detalle. Trabaja en un hotel al borde de un lago en la zona de Verona durante seis meses al año y emplea los otros seis en viajar por ahí: Asia, Canadá de costa a costa, África… En cuanto termine el camino coge un vuelo a Kenia. Está aquí con Massimiliano, su hermano pequeño, y Fabio, un amigo y compañero de trabajo, a los que hoy ha perdido de vista. Nos caemos bien inmediatamente. Demasiadas cosas en común como para no hacerlo…

Hace un rato que la lluvia ha parado y a la altura de Villarmentero de Campos mi viejo amigo Nicola se une a la tertulia durante varios kilómetros. Él también trabaja en un hotel, pero en este caso se trata de un negocio familiar… que, como a Anna, le permite trabajar durante seis meses al año y viajar los otros seis. La cantidad de italianos que caminan en este mismo momento hacia Santiago (de Compostela) me hace preguntarme si queda alguien en Italia. Sumados a los peregrinos coreanos, suponen (y no creo exagerar ni un tanto así) alrededor del 75 por ciento de la gente que ahora mismo camina por las carreteras castellano-leonesas. Paramos a tomar algo en una venta en mitad de ninguna parte y, después de sobrevivir al ataque de una oca que andaba por allí, sopeso la mochila de Nicola, que viola con creces la “ley del diez por ciento”. Le pregunto por qué.

- Una botella de vino, otra de grappa, prosciutto, formaggio...

El cielo vuelve a ennegrecerse (hay terribles tormentas anunciadas para mañana) y por si acaso acelero el paso hasta quedarme solo. Y solo entro en Carrión de los Condes, donde me encuentro con Juan el gallego, que anda buscando posada. Anna aparece poco después y los tres llegamos al Albergue Espíritu Santo, donde tres monjas de paisano nos dan la bienvenida. En fin, no totalmente de paisano: espesa falda azul marino hasta la rodilla, blusa blanca abotonada hasta la garganta, chaqueta de punto azul marino, medias de color beige hasta la rodilla, zapatos negros gruesos y pesados (como los de Lotte Lenya en Desde Rusia con amor… de hecho sospecho que en la suela esconden una daga plegable impregnada en cianuro, igualita a la suya), pelo corto y escaso… Y esa dulce forma de dirigirse a nosotros, que me llena de nostalgia de otros tiempos, otros regímenes…

- ¡A VER! ESAS MOCHILAS AL SUELO! ¡Y QUIETOS AHÍ HASTA QUE OS SELLEMOS LA CREDENCIAL!

Intimidados y sumisos, las seguimos mientras atraviesan el patio (donde hay una canasta de baloncesto) y nos conducen hasta nuestras dependencias.

- ¡AQUÍ NO SE FUMA! ¡SI QUERÉIS FUMAR, AL PATIO! ¡PERO NO ES SANO!

El edificio en el que están las camas (no hay literas en este caso) parece atascado en los años setenta: carteles del Domund, puertas de madera en las que se enmarcan cristales traslúcidos amarillentos, olor a iglesia vieja y lejía, pasillos largos y oscuros por culpa de fluorescentes que sólo funcionan a medias… Para los extranjeros esto va a ser un auténtico shock cultural. “Así era este país no hace tanto tiempo...” les explico en susurros a algunos de ellos. Sin embargo, contra todo pronóstico, los dormitorios son mixtos. No así las duchas, claro…

- ¡LAS BOTAS EN ESA ESTANTERÍA ANTES DE ENTRAR AL CUARTO! ¡ Y AHÍ ABAJO TENÉIS LA COCINA POR SI QUERÉIS COCINAR! ¡Y LA PUERTA DE FUERA SE CIERRA A LAS DIEZ! ¿ESTAMOS?

Después de ducharnos, Juan y yo nos vamos al Bar España (ya digo que la sensación de estar en los años 50 es intensa…), donde varios ancianos se insultan mientras juegan al mus y otro es expulsado del local después de haberse cagado sobre la taza del váter y llevarse parte de la descarga en los pantalones, con la consiguiente peste, que le sigue allí donde va. Ahora llueve mucho y el viento corta la piel. Barak el israelí pasa por delante del bar con una de las Gemelas Gilipollas, de camino al supermercado, y nos preguntan si queremos cenar con ellos. No he vuelto a ver a Joe en los últimos días, así que supongo que hay vacante de hombre maduro en el grupo. Aceptamos.

Para hacer hambre, de vuelta al albergue Juan y yo jugamos a baloncesto (con una balón de los años cincuenta) con Massimiliano y el Nieto de Johnny Winter, mientras damos pequeños sorbos a las latas de cerveza que todos llevamos en la mano (sí, esta disciplina es difícil).

La cena consiste en spaghetti bolognesa (fantásticos, Barak es un buen cocinero), ensalada y panettone italiano. La Gemela Gilipollas que nunca habla conmigo afirma como si alguien se lo hubiese preguntado que en este país los bocadillos son una puta mierda:

- I mean… like… the sandwiches in this country… they like… suck… Oh my god, 80 per cent bread, 20 per cent jamón or like whatever… Like… come on guys… you could put like so many nice things in them! Like… come on!

Pero en general la cena transcurre en un ambiente alegre y en un momento dado alguien dice que es su cumpleaños y saca de ninguna parte una botella de champán que empieza a fluir de copa en copa y a continuación Nicola saca de a saber dónde una guitarra y junto a Fabio, Massimiliano, Anna y el resto de la parroquia italiana empiezan a cantar clásicos como O sole mio o Azurro que todos coreamos sintiéndonos totalmente italianos y musicales. Cuando llegan las diez, una monja se pasa a ver qué tal va todo.

- ¿LO HABÉIS PASADO BIEN? ¡PUES ME ALEGRO! ¡Y BUEN CAMINO MAÑANA!

Forza Italia. Buona notte.

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