TED Talk: Consejos para caminantes. Q & A


Etapa 16: León – San Martín del Camino
Distancia: 25,9 kilómetros

La etapa entre León y San Martín del Camino transcurre al borde de la carretera, sobre pedregales flanqueados por horrendas naves industriales, así que decido dar una conferencia TED Talk en el aula magna de la Universidad de Oxford, ante unas dos mil personas. El título de la conferencia es “The Way My Way” y dura aproximadamente cinco horas, durante las cuales deleito a los asistentes con ingeniosas e inspiradoras metáforas relacionadas con el Camino y les regalo varias frases lapidarias y lemas que son de fácil aplicación a la vida cotidiana de cualquier persona normal y corriente, sea peregrina o no, y que sin duda implementarán sus posibilidades de triunfo y de proactividad en sus vidas profesionales y/o personales. El éxito es tan apabullante que, a pesar de que el formato no suele permitirlo, acepto que se abra un turno de preguntas, cuya transcripción reproduzco en parte aquí abajo.

Pregunta: ¿Qué lleva usté exactamente encima cuando camina, hijo de la gran puta?
Respuesta: En la mochila (de 40 litros) viajan tres calzoncillos (he perdido uno, no lo echo de menos), tres camisetas más una térmica, tres pares de calcetines, un poncho, unos pantalones de lluvia, unos “leotardos” de forro polar, una botella de agua, un frontal, un saco-sábana de 500 gramos, un par de chanclas, un par de crocs falsos (los compré en Burgos, van muy bien para después de caminar, son extremadamente ligeros y se puden usar con calcetines sin parecer idiota), un frasco de gel de ducha (que también sirve como champú y como detergente para lavar la ropa), desodorante, cepillo y pasta de dientes, crema hidratante (tamaño mini), ibuprofeno, buscapina, un portátil ultraligero (500 gramos), el cable para el mismo, móvil, cargador del móvil, un libro (The Sea, de John Banville, que aún no he tenido tiempo de abrir), la funda impermeable de la mochila, gafas para leer, gorro de forro polar, guantes finos y cálidos, una “braga” para el cuello, una toalla ligera de secado rápido, una navaja suiza, una libreta, un bolígrafo. Además de todo eso, unos pantalones de senderismo ligeros y elásticos, botas, chaqueta softshell y gorra. Todo ello pesa unos 8 kilos.

P: ¿Cuál de todos esos trastos es el más imprescindible, cabronazo?
R: Las botas. Merrell en mi caso, obsequio de mi amiga la bailarina flamenca Boquerona de Ontario. Impermeables. Cómodas como pantuflas. No he tenido de momento ni una sola ampolla y a ellas se lo debo. También al hecho de que llevo usándolas más de tres años. Nadie debería arrancar el camino con botas recién compradas o con poco uso. Aquí no hay que escatimar con el dinero. O al menos buscarse a alguien que no escatime con el dinero, jaja. Y nada de zapatillas de correr.
(El redactor de Runners’ World, presente en la sala, me lanza un botijo lleno de lejía, que esquivo por muy poco)

P: ¿Y de cuáles podría haber prescindido, tontolaba?
R: Si volviese a empezar, llevaría dos camisetas (más una térmica, imprescindible en esta época del año) y no tres, dos pares de calzoncillos y no tres. Tampoco llevaría botella de agua o cantimplora: supone un kilo más de peso cuando está llena y hay fuentes y bares en todas partes. Yo perdí la mía hace unos días y no la he echado de menos.
(risas)

P: ¿Debido a la ingesta de cerveza, gilipollas? ¿Sabe que no puede considerarse de ningún modo un sustituto del agua, anormal?
(muchas más risas)
R: Siguiente pregunta.
(dos miembros del público se levantan y abandonan la sala, indignados, meneando las manos por encima de sus cabezas)

P: ¿Es preciso estar en buena forma para hacer el camino, caraculo?
R: No especialmente. Basta con estar acostumbrado a andar cada día un poco. He visto a gente de entre 5 y 75 años cubrir las etapas sin ningún problema. Cualquiera puede hacerlo. El reto es más mental que físico.

P: ¿Qué hostias quiere decir con eso?
R: Las etapas de la meseta son largas y prácticamente no hay nada alrededor. A una recta de diez kilómetros sigue una curva tras la que, a pesar de nuestras esperanzas y rezos, aparece otra recta de diez kilómetros. Hay quien se exaspera. Y eso termina por afectarles físicamente.

P: Describa por favor, las rutinas de un día cualquiera de camino, señor soplapollas.
R: Las luces del albergue se encienden por lo general a las siete de la mañana, aunque hay quien se levanta antes. La ducha no es recomendable por la mañana si uno quiere mantener las plantas de los pies en perfectas condiciones, así que basta con vestirse, empacar todo y largarse. La mayor parte de los albergues no dan desayunos (y si lo hacen, cobran por ello, aunque hay gloriosas excepciones), así que se busca uno un bar que madrugue y listo. Dependiendo de la extensión y dureza de las etapas, la caminata durará no menos de cuatro horas y no más de siete (hay una de unas ocho o nueve). Está bien llevar frutos secos y comprar pan y chorizo o sardinas en algún pueblo durante el trayecto. Esa será la comida. Tras la etapa, se sella la credencial en el albergue al que se haya llegado, coloca uno sus cosas en la litera que le haya tocado en suerte, estiramientos y a la ducha. Después por lo general uno lava la ropa, la tiende o la seca en la secadora y se toma una cerveza para comentar la etapa con otros peregrinos y sale a dar una vuelta por el pueblo al que acabe de llegar. Antes de cenar, tiempo para escribir, leer o simplemente no hacer nada. Algunos albergues tienen cocina. Otros no. Otros la tienen, pero no funciona. Otros la tienen y funciona, pero no tienen menaje alguno. Otros la tienen, funciona, tiene menaje, pero hay tanta gente esperando a cocinar que es preferible largarse a por un menú en los alrededores. Las luces de los albergues se apagan por lo general a las diez, hora a la que todo el mundo debe estar dormido o al menos en la cama (aunque en esto también hay gloriosas excepciones…)

(aplausos, hurras, un eructo)

P: ¿Qué opinión le merecen los albergues en general, cagón?
P: Están en mejores condiciones de lo que esperaba. Limpios, en su mayor parte. Algunos ofrecen sábanas y fundas de almohadas de un solo uso. Las duchas son por lo general “de botón”, o sea, con temporizador, lo que es un engorro. La mayor parte tienen agua caliente “de verdad” y buena presión. Pero los albergues son en su mayoría muy impersonales y quizá demasiado grandes. He disfrutado más en los más pequeños, normalmente llevados por voluntarios que son capaces de crear un buen ambiente con los huéspedes (pero son los menos), a quienes llegan a dirigirse por su nombre.

(ladra un perro)

P: ¿Cuál es el presupuesto aproximado de todo el camino?
R: Puede hacerse perfectamente por unos 600 euros (unos 20 al día). Incluso menos. Siempre que sólo se beba agua, claro. El precio medio de los albergues es de 6 euros (los hay de 5, los hay que sólo piden la voluntad, los hay privados, más caros).

(bostezos)

P: ¿Ha dejado usté de andar algún día?
R: No.

(ovación de gala)

P: ¿Y cada cuánto para, pobre desgraciado?
R: Depende. Normalmente cada dos horas o dos horas y media. Es preferible parar antes de notar que está uno cansado.

P: ¿Utiliza bastones?
R: No. Por ahora el noventa por ciento del camino ha resultado totalmente plano y las subidas y bajadas, sencillas. Pero tengo la sospecha (bastante bien fundada) de que en las etapas gallegas, más onduladas, me haré con un palo de madera.

P: ¿Y cómo van las piernas hasta el momento, mamón?
R: Sorprendentemente bien. Sólo tuve un pequeño problema en la segunda etapa, cuando llegué cojeando a Estella, un pinchazo en el muslo. Pero el dolor pasó en dos días y desde entonces el rendimiento no ha hecho sino mejorar. Ni una sola ampolla. Nada de tendinitis. Sólo la rodilla derecha toca de vez en cuando las narices, durante algunas bajadas. Los problemas suelen aparecer por querer ir demasiado deprisa. Es preferible caminar a un ritmo ligeramente menor que aquel al que estamos acostumbrados en nuestra vida diaria. Pasos cortos en las subidas, sin extender totalmente las piernas (hay quien sube en zigzag), y largos en las bajadas, apoyándonos básicamente en el talón para que los dedos gordos no golpeen la bota. En fin, vamos terminando...

(suspiros de alivio)

P: Así que está usted en condiciones de afirmar que llegará a Santiago...
R: ¿De Compostela?
P: De su puta madre.
R: Teniendo en cuenta que imparto esta conferencia desde un futuro indeterminado, estoy en condiciones de afirmarlo, sí. Bueno, se acabó. ¿Dónde se cobra esto?

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